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El trato recibido en la frontera terrestre
de Israel al cruzar desde cerca de Amman (Jordania) fue del todo improcedente
y sin ningún signo del respeto que toda persona merece, independientemente
de su nacionalidad. No me refiero en concreto al comportamiento conmigo,
que no fue diferente al del resto de los allí presentes: palestinos,
japoneses, hindúes y demás. Yo ya tenía noticias de
la poca amabilidad reinante en la zona, pero pensaba que se centraba más
en el problema palestino y lógicamente con aquellos que querían
entrar en el país.
Pero no, y lo comprendí demasiado tarde, porque ya no podía
dar marcha atrás. Cuando viajo intento por todos los medios evitar
conflictos y normalmente evalúo rápidamente las situaciones
para cambiar los planes si es necesario. No tenía ningún
interés especial en conocer Jerusalén pero como estaba cerca
de Amman y tenía tiempo de sobra, seguí la propuesta de
un matrimonio hindú que había conocido en el desierto y
acepté acompañarlos a Israel.
Nos acercamos a la frontera dejando aparcado el coche en un lugar vigilado
del lado jordano para el par de días que íbamos a estar
en Jerusalén, ya que no podía llevar el coche y montándonos
en un autobús después de cruzar la frontera jordana sin
ningún problema, incluso sin sellarnos los pasaportes. Nada más
llegar a la parte israelí, nos encontramos con cientos de palestinos
que suplicaban a gritos a los oficiales para que les atendieran. En cuanto
bajé del autobús y comprobé la situación tan
desagradable, me dije que no me interesaba ir a Israel, porque había
otros muchos países que visitar sin tantos controles y desde luego
mucho más educados. Pero el autobús ya se había marchado
de vuelta, diciéndome un policía que ya no podía
volver y que continuara adelante, además mi equipaje que había
ido por un canal distinto al mío, lo veía a lo lejos detrás
de la policía, no teniendo más remedio que unirme al resto
de suplicantes y plañideras que inundaba la frontera implorando
que les recogieran al pasaporte, todavía no sé para qué.
El caso es que después de más de una hora de forcejeo con
mis vecinos conseguí entregar el pasaporte a un policía,
y entonces me surgió la duda de si volvería a verlo al mezclarlo
con un montón de otros documentos.
Debo reconocer que en situaciones críticas de este estilo pierdes
la delicadeza, la educación y te vuelves egoísta. Yo no
quería perder mi situación física porque veía
mi equipaje e iba analizado el procedimiento que llevaban los policías,
hasta que después de otra hora de forcejeo oí que gritaban
mi nombre y me devolvían el pasaporte para continuar hasta el siguiente
control.
Después de varias colas y controles más, llegué
a la cola titulada Visados Europeos y después de otro
par de horas en la que cambiaban de agente cada vez que atendía
a una persona me llegó el turno de tener que contar de nuevo mi
vida, con un cabreo encima más que respetable. Cuando vi que cogía
el sello para estamparlo en el pasaporte, supliqué a la avinagrada
agente una vez más que no lo hiciera, porque ambos sabíamos
que un pasaporte en el que aparece el sello de Israel, es inválido
para visitar el resto de países Árabes, salvo claro está,
Jordania y Egipto con quienes tiene frontera terrestre. Yo quería
haber ido a Siria, pero casi solté un grito o una palabrota, ya
no me acuerdo, cuando oí el golpe del sello en mi documento.
En los dos días que estuve en Jerusalén, el trato de la
policía o ejército fue malo en varias ocasiones en las que
me impidieron el paso por calles, sin razón aparente y sin explicación
de ningún tipo, aunque también es cierto que el personal
del hotel en el que estuve fue muy atento, llegándome a aconsejar
que me marchara cuanto antes del país porque se avecinaba una gran
fiesta palestina y solía tener graves consecuencias. Y de hecho
así fue, con nueve muertes en los disturbios callejeros cuando
yo ya estaba de vuelta en Amman.
Resumen del diario de viaje de la visita:
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Hoy he podido experimentar lo que yo llamaría el "síndrome
del viajero", es decir, la impotencia para poder hacer algo
y solucionar una situación en la que te metes y no puedes
salir. La salida que te queda es la espera sin más. En definitiva,
lo que más a mí me molesta.
Hemos ido por la mañana a la frontera jordana con Israel
y ya el comienzo pronosticaba que el día iba a ser de los
de recordar. La carretera general estaba cortada porque había
un maratón popular. Hemos tenido que volver hasta Madaba
e intentar cruzar por una carretera que yo ya conocía, a
través del monte Nebo. Ha habido momentos que nos desviaban
por dirección contraria y te encontrabas con coches que venían
de frente con gran riesgo de accidente.
La frontera a la que íbamos parece que ha desaparecido
porque había unos bloques de cemento que impedían
el paso, por lo que hemos optado por ir a otra más al norte,
a unos 25 Km. He aparcado el coche en un lugar protegido previo
pago al chaval de turno y hemos comenzado los trámites de
salida de Jordania, papeleo y tasas.
La única forma que hay de atravesar el puente es en un
autobús oficial, al que hemos tenido que esperar cerca de
hora y media. Cuando hemos llegado a la frontera israelí,
había un tremendo lío de maletas porque hacen un control
de todo el equipaje, ¡¡¡ a su ritmo !!! Yo enseguida
he pensado en darme la vuelta y olvidarme de Jerusalén, pero
me han dicho que ya no era posible. He tenido que entregar mis maletas
y continuar con el proceso establecido.
Presentación de pasaportes y pasos por varios arcos,
hasta llegar al control de visados, donde me he tenido que separar
de mis amigos hindúes porque teníamos colas diferentes
para los europeos.
Obtener el visado ha sido todo un poema, preguntas y más
preguntas del motivo de mi visita, he tenido que enseñar
el dinero que llevaba y cada vez que atendían a una persona,
cambiaban a los funcionarios. Dicen que Israel es el país
más seguro del mundo. No sé si será verdad,
pero desde luego nadie le supera en controles, aunque está
por ver si son eficaces. ¡¡¡ Todo un poema !!!
Incluso le he pedido que no sellaran el pasaporte para no tener
problemas posteriores de entrada en otros países y con una
voz bastante agria me ha dicho ¡¡¡ Itsn't possible!!!
y me ha estampado un sello, con lo que me ha jodido. En ese momento
he visto que mis amigos tenían algún tipo de problema
porque les he visto abandonar su cola con papeles y empezar a rellenarlos.
A partir de ahí los he perdido. He continuado con las colas
y controles, hasta encontrar mi maleta a la salida. Después
de esperar más de una hora sin que aparecieran Nahel y Reetu,
he tenido que marcharme con la mala sensación de perder unos
amigos de esta forma, tan siquiera sin despedirnos, ni tener su
dirección. Espero que me escriban a través de Viendomundo
y poder reanudar la amistad que hemos tenido por unos días
y que ha sido estupenda.
Debo señalar que en la frontera había muchos palestinos
y el trato que recibían no era del todo correcto, incluso
con los demás también era muy frío, como si
les molestase que fueras.
Gracias a que llevaba unos dólares, he podido cambiar
justo para coger un taxi a Jerusalén porque no había
cajeros en la frontera. Me he encontrado en el centro, tirando de
las maletas con mucho calor y multitud de gente, sorteando puestos
de verduras, coches, sin dinero, sin hotel y si ninguna información,
ya que mis amigos eran quienes la llevaban. Una bonita situación
con todo lo que me ha costado llegar. He mirado varios hoteles pero
estaban todos llenos, hasta que he encontrado uno que al final ha
resultado estar muy bien situado, moderno y admitir el pago con
tarjeta.
En resumen, Jerusalén está a 50 Km de Madaba y
he tardado siete horas y media. Algo ¡¡¡ tremendo
para mis nervios !!! He dado una vuelta por la ciudad antigua y
el famoso muro oeste en el que había mucha gente orando y
"lamentándose". La primera sensación que
he tenido ha sido de una ciudad muy cuidada y bonita, moderna y
a la vez que con mucha historia.
Un día auténtico de viaje. Mañana visitaré
Jerusalén con más profundidad.
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